Autor:David EpsteinSinopsis:¿Sabías que Tiger Woods comenzó a jugar al golf desde los dos años? Y eso no es todo. Cuando tenía solo cuatro años su padre podía dejarlo en un campo de golf a las nueve de la mañana y recogerlo ocho horas después. Hubo ocasiones en las que regresaba a casa con dinero que les había ganado a aquellos que jugaban contra él.
A los ocho años ya era famoso y lo entrevistaban. El chico era imparable. Parecía que había nacido para el golf. En la actualidad, Tiger Woods es considerado el mejor jugador de golf del mundo.
¿Y cómo no iba a serlo si la ventaja que tenía contra los de su generación era impresionante? Ya hacía hoyos bajo par mientras sus contemporáneos apenas aprendían a caminar. Ya ganaba torneos mientras sus futuros rivales no sabían siquiera de la existencia del golf.
Tiger es el ejemplo perfecto de lo que supuestamente se tiene que hacer para alcanzar el éxito: comenzar antes que todos y practicar más que nadie. Enfocarte en algo como un láser e ir a por todas. No es suficiente con especializarte en algo, debes hiperespecializarte.
Sin embargo, hay otro deportista con una historia igual de interesante que la de Tiger, pero con algunas diferencias importantes.
Te hablo de un chico que, en su infancia, jugaba squash cada domingo contra su padre. Probó el esquí, la lucha libre, la natación y el skateboard. Jugó al baloncesto, al balonmano, al tenis, al pimpón, al bádminton y al fútbol. No le importaba qué deporte fuera, siempre y cuando involucrara una pelota.
No fue hasta la adolescencia que comenzó a decantarse por el tenis. Entrenaba y jugaba de manera normal, y pronto se hizo bastante bueno.
Cuando decidió dejar de lado los otros deportes para centrarse en el tenis, los demás ya hacía años que trabajaban con entrenadores personales, psicólogos deportivos y nutricionistas. Pero eso no parece haber sido un inconveniente para su carrera.
Con treinta y cinco años, una edad a la cual los más célebres tenistas de la historia ya se han retirado, él se convirtió en el número uno del mundo. Te estoy hablando de Roger Federer.
Fíjate en que, a diferencia de Tiger, Roger no tuvo una ventaja inicial. Probó cada deporte que pudo. No jugaba tenis desde los dos años, sino que comenzó de adolescente. Y lo más importante, no se especializó hasta antes de entrar en las grandes ligas.
Como puedes ver, la hiperespecialización no es el único camino que te lleva al éxito. Y de hecho, tampoco es el mejor. ¡Qué va! Ni siquiera es el que más te conviene.
Los deportes, la música y el ajedrez son los ejemplos más comunes que se utilizan para comprender qué es lo que se tiene que hacer para triunfar. Y la mayoría coincide en lo mismo: especialízate lo más pronto posible.
Como puedes ver, Roger no entra en esa categoría. Y por si fuera poco, la historia de Roger no es la excepción, es la norma.
El cuento de la hiperespecialización se nos ha vendido por todos lados. Y lo cierto es que no es como la pintan. Las personas más exitosas, lejos de ser especialistas, son generalistas. Son curiosos, creativos, inquietos y multidisciplinares.
Son gente con amplitud.
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